La dependencia de la escultura gótica frente al soporte arquitectónico
continúa siendo muy importante, como en el periodo romanico, aunque se
producen algunos cambios: los capiteles dejan de ser un espacio
preferente para los relieves; las arquivoltas de los pórticos pasan de
ser decoradas en sentido radial para serlo en el sentido de los arcos
(ahora apuntados); el altar mayor pasa a acoger retablos cada vez más
complejos, que pueden ser pictóricos o escultóricos (habitualmente de
madera policromada, no hay que olvidar que la policromía acompañaba
también a la escultura en piedra). Las esculturas de bulto redondo
empiezan a independizarse de las paredes y a hacerse cada vez más
autónomas. Las adosadas a las columnas y parteluces se hacen más
esbeltas y dinámicas. Se considera a las del pórtico oeste (el llamado real)
de la catedral de Chartes (hacia 1145) el ejemplo más temprano del
gótico, y significaron una revolución en el estilo y un modelo para
generaciones de escultores, que parecen provenir de la región de
Borgoña.
La expresividad cambia, haciéndose menos hierática y más
expresiva, reflejando sentimientos (dolor, ternura, simpatía),
acentuando la tendencia del último románico y en coincidencia con una
nueva mentalidad, más urbana y próxima a los conceptos filosóficos de
hombre y naturaleza en
la filosofía escolastica y la renovación de la espiritualidad.
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